Nel marzo del 2003 una coalizione guidata dagli Stati Uniti invade l’Iraq di Saddam Hussein, accusato di possedere armi di distruzione di massa e di sostenere il terrorismo islamico. Fra i Paesi che partecipano, nonostante la diffusa contrarietà alla guerra nella società civile, c’è anche la Spagna, governata al tempo dal Partido Popular di José María Aznar. A un anno dall’inizio del conflitto, Madrid è sconvolta dagli attentati contro quattro treni che provocano 192 vittime. Mancano pochi giorni alle elezioni e il governo cercherà subito, contro ogni evidenza, di manipolare il dibattito pubblico sulle responsabilità degli attacchi terroristici. I colpevoli vengono indicati non in cellule del fondamentalismo islamico, che rivendicano immediatamente gli attentati, ma nell’organizzazione terroristica basca dell’Eta. Una simile narrazione finirà per inquinare la memoria di quanto avvenuto in quel tragico 11 marzo 2004, fondando una teoria del complotto ancora radicata in alcuni settori della società iberica. Un racconto dal punto di vista spagnolo, rimasto in parte sconosciuto all’opinione pubblica italiana.
Estados Unidos buscó invadir Irak el 20 marzo 2003 después de Afganistán. La Casablanca difundió los meses previos idea falsa de que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva. El gobierno de Blair en Reino Unido y de José María Aznar en España se sumaron a la operación militar en Irak. El 2003 fue el año del “No a la guerra”. Se registraron un millón de manifestantes en Londres y tres millones de manifestantes entre Madrid y Barcelona. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, el 91% de los españoles era contraria a la intervención militar en Irak. Un año más tarde, las bombas que se lanzaban sobre Bagdad explotaban en Madrid.

El 11 de marzo de 2004 a primera hora de un jueves laborable en la capital española, estallan trece bombas activadas en cuatro trenes de la red de Cercanías producidas por un comando yihadista de Al-Qaeda, llevándose la vida de 192 personas. Se trata del mayor atentado yihadista cometido en suelo europeo. En las horas sucesivas, el gobierno del Partido Popular activa la mayor campaña de manipulación mediática en la historia de España. Inicia así la llamada “teoría de la conspiración”, de la cual participaron políticos y algunos de los medios de comunicación más importantes del Estado, falsificando pruebas y ocultando la verdadera autoría del atentado. Una teoría que todavía una parte de la población acepta y que vincula los hechos a ETA, desautorizando los verdaderos culpables con finalidad de conseguir rédito político de cara a las elecciones generales que tendrían lugar tres días después.
La cronología es importante en esta historia. Sobre las 11 Aznar comienza a hacer llamadas privadas a distintos periódicos del país afirmando tener la certeza de la autoría de ETA. Los medios más leídos se hacen eco de esta prematura información, que se desmiente por primera vez en Euskadi, y de forma definitiva por el grupo de desactivación de explosivos, que esa misma tarde negaba con certeza absoluta que el atentado coincidiese con el modus operandi del grupo nacionalista vasco.

A las 20.00 se encuentra la prueba que para el director del Centro Nacional de Inteligencia es la definitiva: una cinta de vídeo en la que un hombre reivindica el atentado identificándose como portavoz de Al Qaeda en Europa. Sin embargo, el gobierno sigue insistiendo en sus declaraciones públicas en la idea de que no se descartan otras líneas de investigación y envía un comunicado a todas las embajadas incitando a su difusión. Esa noche la Televisión Española decide emitir una película sobre uno de los homicidios a manos del terrorismo vasco y al día siguiente censura y no emite una entrevista a George Bush en el que comunica al embajador de España en los EEUU que ETA no es la responsable.
Se tiene que esperar al día después de las elecciones para que el Consejo provisional de Informativos de TVE publique un comunicado, en el que se denuncian las presiones del Gobierno y el tratamiento informativo del 11M. “Los Servicios Informativos de TVE”, se lee, “no han estado a la altura de las circunstancias y no han cumplido con la función de servicio público que tienen encomendada”.
A lo largo de las jornadas del 11 al 14 de marzo el Ministerio del Interior desacredita la autoría de Al Qaeda. Las indagaciones que contradicen el relato oficial se multiplican diariamente provocando concurridas protestas a las puertas de las sedes del Partido Popular exigiendo la verdad. En estos momentos se fragua la “teoría de la conspiración”, término que engloba a los argumentos que empleó el periódico El Mundo, alineado con los intereses de Aznar para poner en duda la autoría de la masacre. La mayoría de las noticias que publicaba El Mundo fueron difundidas por otros medios de comunicación como la cadena COPE, Telemadrid (la televisión controlada por la presidenta de la Comunidad de Madrid) y el portal de internet Libertad digital.

La espiral de la mentira mediática se extiende más allá del 11 de marzo y se cobra la vida de personas inocentes golpeadas por las calumnias. Dos años más tarde, en 2006, se celebraba una comisión de investigación parlamentaria sobre los atentados de Atocha. El periódico El Mundo difundió entonces noticias a todas luces falsas, alimentando la teoría de la conspiración e inculpando falsamente al jefe comisario de puente de Vallecas Rodolfo Ruiz. Su mujer Magdalena se quitará la vida debido a la presión social, política y mediática. Otra víctima fue Ángel Berrueta, panadero de la ciudad de Pamplona. El 13 de marzo se negó a colgar un cartel en su negocio en el que se responsabilizaba a ETA, después de que algunos medios vascos como el periódico Gara afirmasen que la organización no era responsable. Motivo por el que un policía nacional, escolta de uno de los parlamentarios más conspiranoicos, y su hijo de 19 años lo asesinasen acusándolo de etarra.
Hace veinte años se evidenció en España la capacidad que un Estado apoyado por los medios de comunicación poseía para difundir y asentar entre su población y la comunidad internacional una campaña de manipulación que intentó embarrar la autoría de la matanza de 192 personas. Los testigos y los afectados de las calumnias han permanecido fieles a su relato a pesar del miedo, y llevan dos décadas arrojando luz sobre los bulos. Seguirán luchando porque aquellos miembros de la teoría de la conspiración, incluidos políticos y periodistas que siguen dirigiendo periódicos de gran impacto (cuya carrera no se ha visto afectada), se retracten y reconozcan su responsabilidad en la configuración de la mayor campaña de desinformación del país.
Marina Benavides Fernández
Ha studiato storia dell’arte tra Spagna e Italia e ora frequenta lezioni di storia contemporanea a Bologna. Crede che la funzione principale della storia sia mettere il passato al servizio della vita. Nel tempo libero cerca di imparare nuove parole nei dialetti di amici e amiche fuori sede.
(Aggiornato al 4 luglio 2024)